Los Heroa
Un heroa es un monumento funerario conmemorativo erigido en honor de personajes de relevancia social, pudiendo poseer carácter regio o al menos estar relacionados con el poder. Aparecen normalmente emplazados junto a vías de comunicación, cuevas, nacimientos de agua, o caminos de frecuente tránsito comercial. Las formas arquitectónicas y el programa iconográfico suelen recordar a ejemplos del mundo oriental y helénico, extendidos en la península a través del ámbito cultural fenicio-tartésico. Estas construcciones debieron tener una fuerte significación, lo que explicaría su frecuente destrucción y reemplazo (damnatio memoriae) por otro tipo de estructuras funerarias como las tumulares, hecho atribuido a conflictos sociales o cambios dinásticos producidos por las luchas entre reinos ibéricos (Moneo, 1998). También son con frecuencia sucedidas tras su abandono por necrópolis ibéricas. Su estudio pormenorizado y comparado con otros ejemplos orientales ayuda a conocer mejor el carácter jerarquizado y de alto contenido simbólico del mundo ibérico.
Estos monumentos de heroización tienen cuidados programas escultóricos que se suponen fueron altamente codiciadas por las élites. Para poder adquirir las esculturas se debió de comerciar con artesanos procedentes de las distintas metrópolis colonizadoras, artesanos que serían enviados para satisfacer los proyectos edilicios de los reyezuelos o príncipes indígenas. Osuna, Cástulo y Elche parecen ser algunos de los centros de producción locales más importantes en base a los hallazgos documentados. Los últimos hallazgos confirman la popularidad de estas producciones, contamos por ejemplo con el caso del león hallado recientemente en Cástulo, ciudad de larga tradición escultórica, que nos muestra la hibridación entre los influjos orientales e indígenas en la península, así como el jinete ibérico procedente del mismo enclave (Blanco Freijeiro, 1983).
Heroa intraurbano
Los intraurbanos se sitúan en áreas céntricas de la ciudad o en zonas elevadas relacionadas con el culto sacro. No se sabe como era su planta ya que sus restos han aparecido con frecuencia reutilizados y solo han llegado a nosotros partes escultóricas, interpretadas por los investigadores como parte de la arquitectura monumental del heroon.
El fenómeno se concentra en el Sur y Sureste peninsular, como en Osuna (Jaén), en la Alcudia de Elche y la Illeta del Campello (Alicante). En La Alcudia (s. VI a.C.) aparecen esculturas asociadas interpretadas como parte de uno de estos monumentos (Ramos Fernández, 1991). También en el Campello (s. III a.C.) aparecen restos puestos en relación con recintos sacros del interior del poblado. En La Alcudia posiblemente el heroon formó parte del templo y en el Campello una sepultura de un posible heroon se localizó a pocos metros del muro que delimita el recinto sacro (Llobregat, 1985).
En cualquier caso parece que muchos de estos hallazgos son poco significativos, y poco numerosos, como para poder hablar con certeza de la extensión de construcciones de recintos de culto al héroe en el interior de poblados. La interpretación se limita a veces a considerar fragmentos de escultura fuera de su contexto original como parte de un heroon desaparecido. Un buen ejemplo es el de La Alcudia y el hallazgo del guerrero con pectoral de lobo, encontrado reutilizado como parte del pavimento de la ciudad, así como parte de otro guerrero encontrado cerca del lugar donde apareció la famosa Dama. De ser ciertas estas hipótesis se está produciendo la evolución hacia un mundo ibérico más urbano, al trasladar al interior un espacio de culto que se suele encontrar fuera de los límites de la urbe, espacios entendidos como construcciones destinadas a rendir culto público a un héroe fundador. En cualquier caso solo las esculturas ya son indicadores de la evolución ideológica de las comunidades.
Heroa extraurbano
Estos monumentos funerarios se diferencian de los anteriores por encontrarse situados al exterior del poblado, normalmente en puntos estratégicos de las vías de paso o zonas elevadas, como parece suceder en el caso de Pozo Moro, en Albacete, o en El Pajarillo de Huelma, situado en la cabecera de un valle.
Son construcciones monumentales en las que Moneo diferencia dos tipos, por un lado los turriformes, como Pozo Moro, y otro que puede considerarse su evolución; un edificio acompañado de rica iconografía escultórica de influjo griego, como el caso de Porcuna. En base a las nuevas interpretaciones la división queda superada ya que en todos los ejemplos se aprecia la intención de crear estructuras de gran visibilidad y con una arquitectura ascendente y escalonada.
Monumento funerario de Pozo Moro.
Monumento del Parque infantil de tráfico de Elche.
El arte ibérico estaba estrechamente conectado con el resto de culturas mediterráneas de la antigüedad. La complejidad artística presente en otros objetos, caso de la cerámica tipo Elche-Archena, Liria y Azaila, se reflejaría en la península en monumentos como el de Pozo Moro (Bendala Galán, 2003). Encuadrado en el V a.C., posee claros influjos orientalizantes con fórmulas visibles en las colonias fenicias de occidente, se debe descartar la influencia griega ya que su cronología es anterior a la de cualquier construcción turriforme en ámbito helénico. Está constituido por un podio escalonado y cuerpo turriforme sostenido por figuras de animales míticos, como esfinges, y otros reales como leones toros y carneros, con decoraciones mediante frisos con programas escultóricos mitológicos. La cornisa está decorada con molduras y su remate fue posiblemente piramidal. Alrededor del temenos se dispuso un pavimento de guijarros en forma de piel de toro o lingote chipriota (Almagro-Gorbea, 1994), elemento común de las culturas fenicias.
Se ha interpretado como la tumba de un antepasado heroizado, un monarca relacionado con el poder cuya sepultura se convirtió en imán de otras tantas, formando una necrópolis ibérica. Se encuentran otros ejemplos relevantes en Puente Noy, Almuñecar, con el hallazgo de dos leones en pie, en el Llano de la Consolación y en el Parque Infantil de Tráfico de Elche, en Osuna. La construcción de todos ellos implica un elevado nivel de organización social y una gran concepción ideológica del poder, ampliamente asumida y que haría posible la realización de estos monumentos.
Por la cantidad de restos conservados merece la pena analizar también Cerrillo Blanco, en Porcuna (Jaén) (500-450 a.C.). El recinto apareció sobre una necrópolis orientalizante, ocupando su lugar una necrópolis ibérica tras ser destruido, hecho que puede reflejar el deseo de establecer una nueva élite ibérica considerada descendiente de una antigua estirpe mítica (Almagro Gorbea, 1994).
En Porcuna (Negueruela, 1990), se recogieron fragmentos de esculturas que representaban guerreros en lucha, grifos, leones, lobos y esfinges junto a escenas de caza, todo asociado a elementos arquitectónicos. La escena de caza se interpreta como la construcción de la figura pública de un joven aristócrata, éste se situaría en la parte inferior, aparece llevando un conejo en la mano y está acompañado de un perro. En un escalón superior un guerrero baja de su caballo y clava la lanza en el enemigo caído mientras pisa su escudo. Sobre esta escena se disponen las figuras aristocráticas de las que descendería el resto de la comunidad que erige el monumento y en la cima la diosa madre o potnia junto a machos cabríos (Ruiz Rodríguez, 2011).
Las escenas simbolizan la adquisición de nuevos papeles de responsabilidad en la sociedad, es decir que se tratan de representar las edades del príncipe y a la vez a la dinastía gobernante. El conjunto se interpreta como un lugar donde se producirían ritos de iniciación relacionados con el paso de clases de edad. La escultura se inserta en una arquitectura en forma de torre, al igual que sucede en Pozo Moro y en el Pajarillo. Parece tratarse de un soporte aceptado y extendido para representar la tradición heroica de los antepasados. Las edades se estructuran de abajo a arriba, de la edad adulta a la infancia, situándose así en la base los niños y las escenas de caza.
Reconstrucción ideal del heroa de Cerrillo Blanco de Porcuna.
El Pajarillo (400-350 a.C.), en Huelma, presenta diferencias sustanciales. Es un edificio de planta rectangular construido sobre podium y una división interna de 3 espacios, comunicados con el exterior mediante una escalera protegida por dos leones. La técnica de alzado usada en su levantamiento es la del talud, utilizada con frecuencia durante los siglos VII y VI a.C. dispuestos a veces de forma no simétrica, ya que sus paredes exteriores irían recubiertas de estuco.
Ha sido interpretado como la convivencia de un pasado mítico evocado por las esculturas y un tiempo presente evocado por el resto de la construcción y espacios de almacenamiento interiores. Sobre la plataforma se situaba un grupo escultórico que ha llegado fragmentado pero en el que se distinguen fragmentos pertenecientes a un guerrero con falcata, a un lobo y a un joven desnudo. En la composición un lobo que está atacando a un joven guerrero va a morir a manos de un guerrero íbero heroizado, que salva así al joven (Ruiz Rodríguez, 2011). La escena estaría enmarcada por dos grifos situados a ambos lados.
Reconstrucción ideal del heroa del Pajarillo de Huelma.
Moneo plantea que este tipo de santuarios debe estar en relación con muchos de los conocidos en territorio griego, es el caso del heroon de Agamenón o el de Hyppolitos en Troya. Trazar paralelos tan lejanos, aunque es arriesgado, puede ayudar a entender como distintas sociedades dan respuestas similares a hechos comunes como la muerte de un gran personaje en una comunidad. La aparición de príncipes o basileis conllevaría de este modo la aparición de heroa en el territorio griego e ibérico, decorados con luchas de héroes míticos o antepasados legendarios. Se trataba así de legitimar el poder construyéndose un linaje ilustre con el fin de dominar el territorio por derecho y tradición.
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