Los enterramientos
El rito de enterramiento ibérico evolucionó a lo largo de los diferentes períodos ya que en los enterramientos de fases más antiguas como en Cerrillo Blanco podemos ver ejemplos de inhumaciones. Posteriormente se adoptó la incineración, junto las costumbres asociadas a este rito que también se daba en los dos principales grupos de influencia exteriores: el Orientalizante y los grupos de la cultura de los Campos de Urnas.
Los restos de la incineración normalmente eran recogidos de la pira, a veces utilizada para varias cremaciones; lavados y depositados en una urna que era llevada a la tumba o se devolvía al lugar de la cremación. La cremación y su ceremonial eran los rituales más importantes de este mundo funerario. Este ritual normalmente se realizaba, fuera de los poblados, en las proximidades de las vías de comunicación o de las vías fluviales.
Los restos de las incineraciones normalmente eran recogidas en vasos cerámicos o metálicos, o urnas de cerámica. Normalmente aparecen tapadas o incluso envueltas en tejido, como en Castellones de Ceal; y depositadas en la tumba junto al ajuar del difunto formado por: vasos cerámicos, objetos de adorno, armamento y otras ofrendas dirigidas a la preparación del difunto para su viaje final o a la obtención del favor de los dioses del Más Allá.
Dentro del área asociada a la influencia de los Campos de Urnas, como dijimos anteriormente, aparecen en el interior de las estructuras domésticas inhumaciones infantiles. Geográficamente se asociarían al área catalano-valenciana situándose el límite sur en Murcia con ramificaciones al oeste, a medida que ascendemos en el mapa, en el valle medio del Ebro y en el área del Bajo Aragón, situándose el límite norte en el sur de Francia.
Este tipo de enterramiento se documenta desde el Bronce Final hasta época romana lo que parece confirmar su asociación al sustrato de Campos de Urnas, aunque su máxima difusión se dio en época ibérica alrededor del siglo IV a.C.
Los niños normalmente eran los únicos inhumados hallándose los restos bajo el pavimento de las casas. Los individuos de estos enterramientos iban desde fetos perinatales hasta niños de 6 meses.Esto podía ser por motivos sociológicos ya que podían considerarse como '' no incorporados'' a la sociedad, por no haber superado una serie de ritos, aunque en algunos casos aparecían ajuares cuya presencia podía deberse a que ya eran considerados miembros de la comunidad o por tratar de ayudarles en su siguiente vida.
Otro tipo de justificación a esta práctica podríamos encontrarlo en el testimonio de Plinio, que nos dice habla sobre esta práctica funeraria asociada a este grupo de edad, por el temor de que en el caso de que se practicase la cremación pudieran no quedar restos suficientes para su retorno a la Tierra Madre.
Los modos de enterramiento y su localización varían mucho según el área y el tipo de edificación a la que aparezcan asociados. Las inhumaciones aparecen en urnas en el suelo, con o sin fosa según el caso, con o sin ajuar, a veces con ofrendas de animales y en enterramientos primarios o secundarios que pueden aparecer de forma individual, en pareja o colectivos, con o sin señalizaciones externas. También pueden aparecer fuera de las habitaciones.
Los enterramientos aparecidos en ámbitos domésticos, espacios de producción especializada o en recintos cultuales se han interpretado como sacrificios rituales con diferentes significados según la función de la estancia.
En las viviendas los enterramientos bajo pavimentos aparecen atribuidos a individuos fallecidos por muerte natural antes de alcanzar el rango de miembro de pleno derecho del grupo.
En el interior de los recintos donde aparecen restos de estas prácticas próximos a un altar u hogar se han denominado como santuarios domésticos gentilicios, como en Castellet de Bernabé. La vinculación de los altares con la fecundidad puede verse en Roma en el hogar de Vesta y en Grecia donde pasaba lo mismo con el altar-hogar de Hestía la cual aseguraba la fecundidad y perennidad del linaje familiar, ya que cada generación nueva tenía a la diosa como Tierra- Madre.
Este tipo de contextos permiten comprender el rito griego de las Anfidromías en el que el niño en el 5, 7 o 10 día pasado su nacimiento era llevado alrededor del hogar doméstico y situado sobre el suelo siguiendo un ritual que tenía por finalidad religar al neófito al hogar del padre y de su oikos reconociéndosele su identidad al darle un nombre.
Los paralelos rituales permiten suponer que en el mundo ibérico los enterramientos infantiles del interior de las habitaciones domésticas sería una práctica que se enfocaría a niños principalmente, tal vez primogénitos de las familias aristocráticas del poblado ya que estas creencias parecen ser propias de sociedades patriarcales primitivas de origen indoeuropeo en las que el primogénito sucedía a su padre como jefe de la unidad familiar, como autoridad y responsable del mantenimiento del culto.
Por otra parte, los enterramientos escondidos en las estructuras constructivas se relacionan con sacrificios fundacionales, seguramente relacionados con ritos de carácter propiciatorio.
Los aparecidos en espacios dedicados a áreas de producción económica se han relacionado con ritos de inicio de la actividad en ese espacio lo que implicaría sacrificios fundacionales y ritos de amortización relacionados ya con el cese de la actividad o la clausura del recinto. En esta última clasificación también se razona que puedan ser sacrificios a divinidades protectoras de las actividades practicadas en estas estancias como en la habitación 7 del Castellet de Bernabé. Estos sacrificios infantiles podrían sustituirse por sacrificios de animales jóvenes, especialmente ovicápridos por su carácter profiláctico, cuya aparición bajo el pavimento de las casas o debajo de los muros se ha interpretado también como sacrificios de fundación como se ha documentado en Turó de Can Olivé en Barcelona.
AJUARES FUNERARIOS
Dentro del ajuar funerario de los difuntos Íberos podemos encontrar variaciones debido a la procedencia geográfica de los restos, por la pertenencia al área de difusión de los diferentes grupos de influencia y la posición social de los difuntos que influiría en la aparición de determinados elementos y sus cantidades.
Debido a los diferentes ritos asociados al enterramiento y honra de los difuntos podemos encontrar diferentes restos de evidencias de alimentos asociados a cada uno de ellos y que varían como dijimos anteriormente por las influencias culturales asociadas al área, el nivel social del difunto y por los diferentes recursos que aparecen en cada una de ellas. Estos restos normalmente aparecen asociados al banquete funerario realizado en honor del difunto y/o como ayuda para su viaje y vida en el Mas Allá.
Un ejemplo de las ofrendas alimentarias en contextos funerarios del Orientalizante se puede ver en la necrópolis del Cigarralejo donde se encontraron restos de frutos como: piñones, almendras, olivas y cereales. Y en la necrópolis de Tutugi se encontraron restos animales de cerdos, jabalís, ovejas, aves y huevos de gallina. Estos últimos podían aparecer también como ofrenda simbólica ya que también eran considerados símbolo de vida e inmortalidad.
En el área asociada a Campos de Urnas encontramos restos de avellanas, dátiles y nueces en la necrópolis de Les Corts y en Puig de la Serra encontramos restos animales de caballos, ovejas y cerdos.
Las ofrendas alimentarias del Orientalizante van acompañadas de objetos como los amuletos, ponderales, platillos de balanza y plomos escritos hallados en Tutugi. Los ponderales, platillos de balanza y los escritos en plomos en este caso se piensa que aparecen en las tumbas por la dedicación del difunto a actividades comerciales o por la práctica de rituales relacionados con el peso del alma.
También aparecen fusayolas relacionadas simbólicamente con el destino final, lucernas para facilitar la luz necesaria en el viaje al otro mundo y monedas para pagar dicho viaje. Junto a estos elementos aparecen figuras de terracota con forma de caballos interpretadas como símbolo de riqueza y también con formas antropomorfas que se entenderían como una compensación al difunto por su prematura muerte y una especie de auxilio para facilitarle la obtención del favor de las divinidades del otro mundo. Asimismo, aparecen diversos tipos de recipientes como los pixídes, aryballoi, kalathoi.
Dentro de los objetos cerámicos tendríamos que destacar las representaciones de damas entronizadas que se relacionan con la divinidad funeraria asociada a Tanit, que actuaba como protectora de los muertos.
Y por otra parte los pebeteros o incensarios de Astarté/Tanit/Koré que tienen la representación de un retrato femenino asociado a esa divinidad y harían honor a esta con el quemado de los perfumes que contendrían en los rituales del enterramiento. Estos incensarios con imágenes de la diosa Astarté en contextos ibéricos son producto de intercambios entre grupos de orientales e íberos, los cuales le dieron un significado particular al rito ya que desde el principio el objeto representaría la divinidad que ellos asociaban al mundo funerario.
Dentro de los ajuares podemos apreciar una evolución concretamente a finales del V e inicios del IV a.C. ya que a consecuencia de una modificación del imaginario podemos apreciar un ligero empobrecimiento en los ajuares de mayor riqueza aunque una mayor cantidad de los mismos lo que podría indicar un período de menor esplendor pero un ascenso de gran parte de la población a niveles más altos dentro de la escala social.
Los objetos de oro en estos contextos finales son muy escasos por la evolución en el uso de este metal utilizado de manera simbólica primero y codiciado más tarde por su valor monetal. Con la adquisición del concepto de moneda empezaron a notarse cambios sobre la orfebrería.
Dentro de los ajuares de este período encontramos telares los cuales son asociados a tumbas femeninas. Estos elementos tendrían un significado simbólico y dentro del ámbito económico igualarían a la mujer al hombre, cuyo ajuar aparece de forma general asociado a armas.
Los telares y las armas, dentro de las culturas que se desarrollaron próximas al Mediterráneo, aparecen asociados a las capas más altas del mundo urbano. Los telares tienen una connotación sobrenatural que aludiría al control del destino de la humanidad por ciertas divinidades. Este significado se extendería también al hilo convirtiéndose en metáfora de la vida.
Dentro de estos ajuares podemos hallar objetos que podrían atribuirse a ''sacerdotisas'', como el vaso de alabastro de la necrópolis de Tutugi o los ungüentarios de Cabezo Lucero.
Los ajuares del Ibérico Pleno reflejan mejor la jerarquización social por la cantidad de importaciones contenidas en cada tumba que por el número de objetos metálicos y armamentísticos, utilizados como indicadores para la etapa anterior. Durante este período la imagen de la mujer también aparece asociada a valores de ostentación, mediación y estabilidad contrapuestos a la caracterización de la figura del guerrero.
Hacia el siglo III a.C. los ajuares volvieron a cambiar destacando durante esta época como principal ofrenda funeraria los vasos ibéricos de decoración figurativa compleja. Un par de ejemplos serían los vasos de Archena y la urna de la necrópolis de la Oliva, ambas con temas funerarios. Estas urnas al igual que la escultura buscaban ensalzar las figuras heroicas.
Dentro de las cerámicas y las pinturas asociadas a la temática sacra y al mundo funerario aparecían representados peces. Estas representaciones también estaban muy difundidas en la Italia tardorrepublicana y otros pueblos del Mediterráneo. Para ellos actuaban como guías en el recorrido hacia el Mas Allá, significado que también podría asociarse a estas representaciones en el mundo funerario ibérico aunque dentro de este hay ejemplos que aparecen asociados a mitos locales cuyo significado es más difícil de descifrar.
Dentro del siglo III a.C. podemos ver influencias púnicas en contextos ibéricos, manifiestas en ejemplos como los pebeteros de terracota con forma de cabeza de Deméter que se difundieron por todo el Mediterráneo Occidental y en la península Ibérica se concentran en el valle del Guadalquivir y el Tajo. Muchos de estos presentan escarabeos fenicios delante de los cuales se sitúa la figura de la divinidad. Otros atributos de los thimiaterya pueden ser flores y palomas, lo que vincula estas representaciones al culto.
Otras evidencias de la presencia fenicia fueron las estatuas de mujeres con niños en brazos, las kourothropos; las representaciones femeninas con instrumentos musicales, los vasos con forma de ave, las copas de talleres cerámicos de barniz negro, entre otros elementos.
Aranegui Gascó, C. (2012): Los íberos ayer y hoy: arqueologías y culturas, Madrid.
Moneo Rodríguez, T. (2003): Religio Ibérica: santuarios, ritos y divinidades (siglos VII- I a.C.), Madrid.
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