Figuras asociadas al mundo funerario
Las representaciones de Tanit y Deméter son adoradas como diosas sedentes, entronizadas, con variados aspectos. Estas aparecen mucho en contextos funerarios actuando como diosa de la inmortalidad garante del paso a la otra vida por sus seguidores. Son representaciones que aparecen muy asociadas al mundo Orientalizante como mostrarían los rasgos de la escultura hallada en Pozo Moro o la Astarté hallada en Tutugi, que realizada en alabastro, tenía origen chipriota o fenicio.
Astarté solía aparecer representada como diosa entronizada actuando como reina de la muerte en cajas en las que se recogían los restos de la cremación como en Galera o en figuras de mayor porte como en la necrópolis de Coimbra del Barranco Ancho, en Jumilla.
En Elche apareció un conjunto que demuestra el papel de las esfinges como animales psicopompos junto a una figura de Astarté situada entre las garras de los animales. La figura representa a la diosa de la muerte dirigiendo a la esfinge que porta al difunto hacia el otro mundo. La diosa aparece representada como la gran Madre a la manera de Potnia Theron, con antecedentes en los mundos micénico y minoico.
Una de las facetas más arcaicas de la religiosidad ibérica es la importancia que parece que tuvieron los animales como acompañantes o como atributos de los dioses, o como objeto de veneración, como se piensa del toro en algunos contextos. En las culturas del Mediterráneo antiguo a estos se les atribuían virtudes genésicas y fecundantes.
La mayor parte de las esculturas de bulto redondo, en concreto las de bóvidos provienen de las necrópolis. Una parte de ellas pudieron formar parte de los pilares- estela erigidos sobre los monumentos funerarios, el resto aparecen algunas veces franqueando la entrada a los ámbitos funerarios.
El toro al igual que otros animales en relación con el Mas Allá también tenía función apotropaica y protectora aunque en la Península Ibérica el significado más asociado a este animal era el relacionado con el mundo de la muerte, al igual que en el resto del Mediterráneo. El culto a la figura del toro estaba también muy presente en el mundo griego. La introducción de estas representaciones en Hispania se debe al influjo de éstos a través de relaciones comerciales o los mercenarios hispanos que militaban en la Hélade.
Un ejemplo de representación de este animal es la Bicha de Bazalote, fechada en el siglo IV a.C. El toro aparece en reposo con las patas delanteras bajo el vientre con cabeza humana en la que encontramos pequeñas orejas de bóvido, cuernos incipientes y el rostro barbado. La representación estuvo policromada. García y Bellido la asoció a las representaciones de toros androcéfalos barbados. Este ejemplo en concreto posiblemente actuara como guardián del sepulcro del difunto allí enterrado y pudo hallarse endosada a un muro o jamba de una puerta. Estas representaciones son de origen oriental, y en los palacios de Nimrud y Sargón II encontramos representaciones aladas.
También son muy importantes los exvotos de piedra de caballos y otros équidos encontrados en grandes cantidades en el yacimiento del Cigarralejo de Mula. Estos pueden responder a la veneración de una divinidad más que a una simple sacralización. La adoración a la figura de este animal se explicaría por su importancia en la economía y en la vida aristocrática ibérica. En algunos relieves y pinturas vasculares también aparecen relacionados con una divinidad dominadora o protectora de los caballos.
Estos animales en Hispania tenían un significado funerario como se puede ver en el Tamarite de Litera de Vispesa. Según M. Beltrán el caballo simboliza la heroización, inmortalidad y apoteosis del difunto.
En la misma línea de importancia de los animales y de la percepción de formas arcaicas de religiosidad, parece que los íberos creían en que el tránsito a la otra vida podía preverse a través de las entrañas de un animal como el lobo, en una sublimación de la experiencia de la vida cotidiana de la muerte de personas u otros seres por el ataque de estos animales. Es una representación muy frecuente conocida como carnassier y un ejemplo de ello sería la cerámica de Elche. Aunque son más expresivos los de la patera de plata de Santiesteban del Puerto, en la que se subraya la carga religiosa y simbólica en su decoración que tiene en el centro un relieve muy destacado con una gran cabeza de lobo que sostiene entre sus fauces una figura humana que parece estar siendo devorada por la fiera. Una urna cineraria de piedra de Villagordo sugiere algo similar. En ella el cofre parece transformarse en una figura de lobo que va desde la base donde las patas traseras del animal sirven de apoyo a la caja hasta la tapa a la que se adaptan la cabeza y las patas delanteras del animal, equiparándose el hueco para la deposición de la urna fuera con el vientre del lobo.
Otra representación animal muy destacada dentro del mundo funerario son los leones que actuaban como guardianes de las tumbas. Este tipo de representación se encontraba arraigada entre los grupos ibéricos y un ejemplo con este significado es el monumento de Pozo Moro como relata Teresa Chapa.
Dentro de este apartado habría que dedicar un momento a las representaciones de damas que se han intentado relacionar con divinidades. Estas fueron halladas en tumbas, motivo por el que se han interpretado como enterramientos de sacerdotisas, aunque faltan análisis para verificar esta hipótesis
El engalanamiento en las representaciones femeninas ha llevado a diferentes autores a asociarlas con una proyección de las figuras aristocráticas dentro del mundo divino. Esta tendencia a la sobrecarga de adornos estuvo muy extendida en todo el Mediterráneo y, normalmente, buscaba un grado de ornamentación superior al utilizado por las nobles, justificándose esto por el gusto divino.
Aunque hay autores que observando las ofrendas recogidas en algunos depósitos votivos, han visto que por los materiales en los que estaban realizadas las ofrendas con formas femeninas, el acceso al culto a los lugares sacros pudo estar abierto a capas de la población más amplias de lo que anteriormente se imaginaba, lo que también podría extenderse a las figuras encargadas de dirigir los ritos.
Respecto a las que si son consideradas divinidades, por ejemplo la Dama de Elche, las estatuas del Cabecico del Tesoro y el Llano de la Consolación, según A.Blanco podemos ver en ellas ejemplos de influencia rodia, lo que revelaría el origen griego de la escultura ibérica aunque existen ejemplos con una gran influencia fenicia.
Fuentes:
Prados Torreira,L. (2007): “Mujer y espacio sagrado: haciendo visibles a las mujeres en los lugares de culto de época ibérica”, Complutum, 217-225.
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