viernes, 16 de enero de 2015

Yacimientos de la Ruta de los íberos

Begastri


Ubicada en un cerro oval de unos 50 metros por 150. Domina un amplio valle surcado por el río Quípar.

Se distinguen; la primera muralla que es uno de los ejemplos más imponentes de ciudades fortificadas en la antigüedad tardía en España. Se amplía un segundo anillo, hacia el siglo VI , cerrando una buena parte de las faldas de la colina. Y que es consecuencia de la invasión del sur peninsular por el Imperio Bizantino, durante la dominación visigoda y que terminará con el arrasamiento de Cartagena. Begastri mantiene y potencia su estatus y , es de suponer que no fue conquistada, o a lo sumo estuvo un corto periodo de tiempo bajo la dominación Bizantina. No obstante las excavaciones futuras darán luz a esta cuestión.

Los posteriores dominadores musulmanes no dejarían que se repararan las puertas y torreones que fortificaban la ciudad por razones estratégicas. En el s. XI el poblamiento se trasladó al actual casco histórico de la cercana Cehegín por la presión árabe que habitó esta segunda ciudad.

Destaca en la Puerta Oriental, una entrada monumental a la acrópolis de época romana clásica. Los enterramientos colindantes y, el poblado ibero con su muralla de aparejo ciclópeo que observamos bajo de la tardoromana.





Historia:

Antigua ciudad episcopal cuyos obispos aparecen en alguno de los concilios visigodos del siglo VII. Localizada en el yacimiento arqueológico del "Cabezo Roenas", a 3 km de la ciudad de Cehegín.

Las excavaciones arqueológicas las comenzó un equipo de la Universidad de Murcia dirigido por Antonino González Blanco que, tras su jubilación, las prosiguió el mismo equipo.

Declarado, por el Gobierno Regional, en 2002 B.I.C. (Bien de Interés Cultural) con categoría de Zona Arqueológica.

El cerro ha sido muy castigado a lo largo de la historia, especialmente por las labores agrícolas. Hacia 1920, se cortó en dos partes para trazar una pista por que pasaría la vía férrea (hoy abandonada y utilizada como vía verde) que uniese Caravaca con Murcia, por lo que se perdió para siempre parte de la ciudad y de la zona amurallada sur, alguno de cuyos sillares todavía se pueden ver en la ladera.

Los hallazgos arqueológicos pueden contemplarse en el museo Arqueológico de Cehegín.

Visita libre.


                                                                 Begastri romana


El Castellar de Meca



El Castellar de Meca, con unas 15 ha. de superficie, se enclava en el espolón más occidental de la Sierra del Mugrón, en la linde entre los municipios de Alpera (Albacete) y Ayora (Valencia) a la que pertenece administrativamente. El tiempo de máximo desarrollo parece corresponder al intervalo entre los siglos IV y principios de II a.C., o algo posterior, aunque hay restos materiales que permiten elevar la cronología de origen hasta el s. VII a.C. El Castellar de Meca también fue ocupado en época romana altoimperial y en la posterior islámica, momento al que pertenecen parte de las estructuras visibles actualmente.

Su compleja red de caminos tallados en la roca son, sin duda, uno de los elementos más espectaculares del sitio, a los que se suman los depósitos y aljibes (más de un centenar), un posible abrigo-santuario y las fortificaciones que defienden el enclave.


En el extremo noreste se encuentra el acceso principal a la ciudad, a la que se llega a través de un impresionante camino tallado en la roca apto para el paso de carros, que en su tramo superior es conocido como el 'Camino Hondo'; en esta zona, la más desprotegida, es donde se encuentra la puerta de entrada a la ciudad, fortificada. También hay tramos de muralla ciclópea para proteger la vaguada situada al E de la puerta.

Los numerosos recortes en la roca abarcan desde pequeñas piletas hasta enormes depósitos como el conocido 'El Trinquete'. Los que tienen canales de captación de aguas se consideran aljibes, o cisternas; otros con escaleras talladas y paredes verticales se han interpretado como almacenes e irían cubiertos con maderas ancladas en rebajes de la roca.

La conocida como 'Cueva del Rey Moro' se ha interpretado como un santuario de entrada, situado a las afueras de la ciudad y relacionado con el agua y los ritos de purificación.

Además en el sitio se pueden observar restos de viviendas, algunas semiexcavadas en la roca, mechinales, escaleras, canteras …




Historia:

Oppidum, declarado Monumento Histórico-Artístico desde 1931. En 1899 el arqueólogo francés P. Paris realizó una corta campaña, pero es a partir de 1982, cuando el interés del yacimiento llevó al Ministerio de Cultura a acometer acciones de protección, limpieza, restauración y consolidación en su interior que dieron lugar a excavaciones en diferentes puntos del poblado, y especialmente en el camino.

Horarios de visita: Todos los domingos del año de 9 a 14 h.



El Cerro de los Santos, Montealegre del Castillo


Sin duda uno de los santuarios ibéricos más ricos en ofrendas, el primero en conocerse y, todavía hoy, uno de los más desconocidos. La historia del Cerro de los Santos va ligada a la del descubrimiento de la cultura ibérica. Los exvotos hallados, varios centenares, están dispersos en colecciones y diferentes museos españoles y extranjeros.

El monolito levantado en 1929 en recuerdo del santuario es la única construcción que el visitante encontrará en el Cerro de los Santos, un pequeño promontorio sobre la cañada de Yecla. El templo se encontraría en el extremo norte del montículo, cercano a la vía Heraklea, hoy se considera que la mención Ad Palem de los Vasos de Vicarello (que describen el camino entre Cádiz y Roma en época romana augustea) se refiere al santuario del Cerro de los Santos.

Los comienzos del santuario se estiman en el siglo IV a.C., seguramente el edificio de culto estaría construido con maderas y elementos vegetales de los que no se conserva nada, tal vez porque las excavaciones ahí realizadas durante el siglo XIX no lo registraron. En el siglo II a.C. se levantó un templo siguiendo los modelos itálicos: sobre un pódium se accedía a un atrio con dos columnas jónicas al frente y frontón triangular, en el interior un banco adosado a la pared.

El santuario estuvo en uso desde el s. IV a.C. hasta el s.I d.C., y el conjunto de ofrendas está formado mayoritariamente por escultura en piedra de hombres y mujeres, muchas son solamente cabezas, pero otras completas representan a damas ricamente ataviadas portando vasos de ofrendas o sentadas. También hay personajes masculinos cuyos atuendos permiten hablar de distintas clases sociales. No faltan tampoco pequeños exvotos de animales, recipientes cerámicos que seguramente contenían ofrendas, anillos etc.



Historia:

En 1830 una tala de árboles dejó al descubierto el yacimiento. Pronto comenzaron las rebuscas y en 1860 Juan de Dios Aguado y Alarcón mandó el primer informe a la Real Academia de San Fernando. Diez años después se realiza la primera excavación con colaboración del Padre Lasalde (Colegio de los Escolapios de Yecla), de la que procede la Gran Dama Oferente; en 1872 nuevos trabajos fueron supervisados por Paulino Savirón del que provienen diversas planimetrías con los restos del templo.

Tuvieron que transcurrir casi 100 años, hasta 1962, cuando Augusto Fernández de Avilés y J. Sánchez Jiménez, realizan una campaña de excavación, a la que sigue una segunda ya solamente por el primero de los investigadores. Los trabajos proporcionaron nuevas esculturas y las primeras estratigrafías con otros materiales asociados a los exvotos en piedra. Finalmente, entre 1977 y 1981 Teresa Chapa acomete los que, hasta hoy, son los últimos trabajos en el Cerro, en los que se localizaron nuevas dependencias y niveles de destrucción.

Actualmente esta siendo excavado por un equipo de la Universidad de Murcia dirigido por el profesor Sebastián Ramallo.

Gran Dama Oferente del Cerro de los Santos. MAN



El Cigarralejo



Ubicado en la ladera de un pequeño monte en la margen derecha del río Mula, a 5 Km. de la ciudad de Mula. Tiene una extensión de 3.000 m˛. Del poblado amurallado, conocemos su ubicación por las estructuras que se divisan en superficie. En la necrópolis se han exhumado 547 tumbas de cremación ibéricas y sus ajuares funerarios que aportan interesantes datos para la investigación como: el sexo de difunto, el oficio, grado de riqueza o estatus social, y si la tumba es simple, doble o múltiple. También permite conocer el ritual funerario y la estructura y actividad de los íberos, el arte y artesanía, la economía, la política y la religión. La mayoría de las tumbas están cubiertas por una estructura de piedra cuadrangular de diverso tamaño, a veces escalonada. En los encachados relevantes se colocó a principios del s. IV aC. un monumento de piedra denominado "Pilar-estela" o un personaje ibérico sedente.


En el santuario se excavó un edificio singular compuesto por diversas dependencias de tendencia cuadrangular, construidas con el zócalo de piedra y alzado de adobe. En la habitación 11 Cuadrado localizó una favissa o pozo ritual que contenía más de 150 exvotos u ofrendas tallados en piedra arenisca en forma de caballitos con o sin atalajes y, representaciones humanas y objetos personales como anillos o cuentas de collar.

Historia:

Poblado, santuario y necrópolis exclusivamente de época ibérica, de fines del s. V a primeros años del s. I aC. Conjunto descubierto, excavado y estudiado por Emeterio Cuadrado Díaz. Los materiales arqueológicos descubiertos allí, se encuentran en el Museo de Arte Ibérico el Cigarralejo.




Coimbra del Barranco Ancho, Jumilla


Conjunto ibérico formado por un gran oppidum; tres necrópolis de incineración denominadas en función de su situación topográfica “Senda”, “Poblado” y “Barranco” y de un santuario.

Las primeras intervenciones arqueológicas fueron realizadas por D. Jerónimo Molina en los años cincuenta del siglo XX. A partir de 1977 se retoman las excavaciones sistemáticas por un equipo arqueológico dirigido por la Dra. Ana María Muñoz Amilibia. Los proyectos de investigación han continuado hasta la actualidad por una parte del equipo inicial de la profesora Muñoz, coordinado por el Dr. José Miguel García Cano. Este enorme asentamiento ibérico tiene una excelente ubicación junto a la rambla del Judío que lo comunica con el río Segura, principal arteria de vertebración del territorio en época ibérica, en apenas 20 Km. Cronológicamente comprende desde finales del siglo V hasta los primeros años del s. II a.C. El poblado debió destruirse al finalizar la Segunda Guerra Púnica por parte de la autoridad romana.

El núcleo habitado presenta casas con una o más estancias por lo general rectangulares. No se han localizado edificios públicos. El acceso oriental está defendido por una muralla flanqueada por torres de formato rectangular. El zócalo se construyó con sillares de piedra bien escuadrados y los alzados eran de ladrillos de adobe.




En las necrópolis de incineración, las tumbas están hechas mediante una fosa en el suelo que a veces se cubre con un encachado pétreo bien formado, de hasta 6 metros de lado (T. 22 del Poblado). Es escasa la presencia de urnas cinerarias, menos del 30% de las tumbas. Se han recuperado ricos ajuares funerarios, conservados y expuestos en el cercano Museo Arqueológico Municipal de Jumilla, tanto de panoplia ibérica, objetos de adorno, bellos ejemplos de cerámica ibérica o de importaciones áticas de barniz negro y de figuras rojas, entre los que destacan por su rareza una tapadera de lekanis del pintor de la Lekanis de Coimbra (Grupo de la Lekanis de Viena) o una pelike de London Griffin-Calix.

En escultura sobresale el pilar-estela que coronaba la tumba 70 del Poblado, único completo hasta la fecha en la plástica ibérica



Recomendación

Iniciar la visita por la necrópolis del Poblado. Contemplar los túmulos empedrados de las tumbas "principescas" restauradas nº 22 y 70. Continuar hacia el Oeste para ver el Poblado. Muralla Este con la puerta de acceso, entre torres cuadrangulares (s. IV a.C.). Visita a las casas G y H hacia el Norte y complejo de la casa I hacia el Sur. Continuar la visita hacia el barranco que da nombre al yacimiento, con paisajes extraordinarios. Finalmente paseo en dirección Este, hasta la necrópolis de la Senda y Santuario, en dirección Este-Sureste, desde la necrópolis del Poblado. Puede completarse el día visitando el cercano monasterio de Santa Ana y el Museo Arqueológico Municipal de Jumilla.



El Amarejo, Bonete (Albacete)



El asentamiento se sitúa en una zona de transición entre la submeseta sur y el área costera levantina. Es un cerro en forma de tronco de cono fácilmente identificable, con una altura de unos 50 m. sobre los terrenos circundantes.

Cercano a la vía Heraklea, el principal camino de comunicación entre la costa levantina y la zona minera de Cástulo (Linares Jaén), el poblado se benefició del tránsito comercial por la vía. Su periodo de vida se encuadra entre los siglos IV y III a.C., tras la Segunda Guerra Púnica y la victoria romana se produce su abandono definitivo, quizás después de una destrucción violenta como indican los niveles de incendio.




Las primeras excavaciones las realiza Pierre Paris en 1898 y 1899; casi 100 años después, en 1978, comienza el segundo periodo de excavaciones que se prolongan hasta 1992.
Se han excavado habitaciones rectangulares con zócalos de piedra y alzados de adobe, con suelos de barro apisonado o la propia roca. También se han hallado hornos, uno de ellos posiblemente destinado a la fabricación de cerveza y otro cerámico, silos, almacenes e incluso una posible tienda de ofrendas, además de espacios para la molienda y almacenaje del cereal.

En el interior del recinto hubo un santuario de tipo urbano con el que se relaciona una de sus estructuras más representativas, una favissa o depósito votivo tallado en la roca hasta 4 metros profundidad. Aquí se ha hallado desde piezas de la vida cotidiana hasta materiales de lujo en marfil, bronce, oro y plata, recipientes en madera y yeso, telas de lana, trenzados de esparto y lino, semillas…, todos al parecer destinados al culto de la diosa Deméter. Junto a este depósito una estancia que se ha supuesto podría ser de algún sacerdote o persona encargada del culto por los materiales allí encontrados como son los vasos calados. Igualmente debió relacionarse con el culto el departamento que fue catalogado como tienda, almacén o depósito de ofrendas, en cuyo interior se encontraron un altísimo número de vasijas decoradas y, entre otras, un pebetero en forma de cabeza de Deméter o un vaso de libaciones en forma de paloma (el símbolo de la diosa).

Estudios de arqueoastronomía han demostrado que la favissa está orientada y es un marcador del equinoccio de primavera.

Para llegar a El Amarejo hay que coger la carretera que une Bonete con Montealegre del Castillo. Hay una indicación al lugar y después de unos 1000 m. por un camino apto para vehículos se llega a los pies del cerro. La visita dura entre 1 y 2 horas.



La Encarnación, Caravaca


El santuario íbero-romano del Cerro de la Ermita de la Encarnación se integra en el área arqueológica e histórica del Sitio Histórico del Estrecho de las Cuevas, ubicado en las cercanías de la pedanía de La Encarnación en el municipio murciano de Caravaca de la Cruz. El proyecto de investigación llevado a cabo en la ermita vieja de este núcleo rural por la Universidad de Murcia en la década de los años 90, permitió el estudio de un área de culto ibérica fechada en los ss. IV y III a. C. que en época tardo-republicana romana fue monumentalizada arquitectónicamente con sendos templos.





Debajo de los pavimentos del llamado templo romano B, sobre el que se levantó en el siglo XVI la Ermita vieja de la Encarnación, fueron identificadas diversas estructuras relacionadas con un santuario ibérico de los siglos IV y III a. C. entre las que cabe destacar pozos y orificios circulares labrados en la roca del cerro, así como una pequeña grieta o diaclasa natural donde se vertieron ofrendas líquidas de leche y miel, y también de cereal, a deidades del inframundo. Sin duda debió tratarse de santuario suburbano al aire libre cuya ubicación estuvo muy determinada por el entorno físico y natural de esta comunidad ibérica que ejercía el control del territorio de las cuencas altas de los ríos Argos y Quípar y de la ruta terrestre que enlazaba el Levante con la Alta Andalucía. 

Los conjuntos de ofrendas y objetos litúrgicos aparecieron soterrados y sellados a propósito por los pavimentos del templo romano, pero también dispersos por toda la ladera del Cerro de la Ermita. Además de las vajillas cerámicas, extraordinariamente abundantes, pudieron recuperarse pequeños aderezos metálicos, abalorios, fragmentos escultóricos, y otros muchos objetos que en los últimos años están permitiendo caracterizar cómo era el culto y la liturgia en este santuario ibérico.


Historia:


Se integra en el área arqueológica e histórica del Sitio Histórico del Estrecho de las Cuevas, en las cercanías de la pedanía de La Encarnación (Caravaca de la Cruz). El proyecto de investigación llevado a cabo en la ermita vieja de este núcleo rural por la Universidad de Murcia en la década de los años 90, permitió el estudio de un área de culto ibérica fechada en los ss. IV y III a. C. que en época tardo-republicana romana fue monumentalizada arquitectónicamente con sendos templos.




Laguna de Pétrola, Albacete



Ubicada en las tierras altas al sur de Chinchilla, antiguamente fue lugar de tránsito en la Vía Heraclea. Constituye un importante humedal de aguas hipersalinas con propiedades terapéuticas a través de los baños. Ocupa una superficie de 174 hectáreas, a 860 metros de altitud. Por la variedad de su fauna avícola acuática es el lugar con mayor interés faunístico de Albacete.

La explotación de sus recursos es muy anterior como se deduce del importante número de yacimientos arqueológicos de la Edad del Bronce que se documentan en su entorno. Se trata de pequeños poblados en altura bordeando el saladar.

En época ibérica continuó la explotación de tan singular espacio natural, poblados y necrópolis, esta vez en zonas llanas, muestran una ocupación continua, antigua en el cercano lugar de El Ojuelo, de los siglos V-IV a.C. en La Cruz de Mármol, junto al borde este de la laguna donde se halló una copa ibérica imitando las copas (cílicas) griegas para beber vino.

En un radio de 18-20 kilómetros otras necrópolis ibéricas son exponente del poder de unas gentes enriquecidas gracias al control de la vía, de los pozos de agua dulce en una zona caracterizada por el endorreísmo, y de unos cultivos cerealistas como base agrícola. A 10 km al oeste se encuentra la necrópolis de Pozo Moro, cuyos inicios datan de finales del siglo VI a.C., y a 18 km al norte la necrópolis también ibérica y con escultura, de Los Villares del Hoya Gonzalo, ya en los siglos V-IV a.C. 

Igualmente se documentan yacimientos romanos en su entorno (Corral almenado, Horna, Peña Cárcel, etc.) que fueron villas y casas desde la que desarrollar actividades económicas de explotación del territorio.


Libisosa, Albacete



El yacimiento se encuentra situado en lo alto del cerro del Castillo de Lezuza, donde desde 1996, se vienen realizando diversas campañas arqueológicas por la Universidad de Alicante.

La colonia romana, de la que conocemos el foro, algunas viviendas y la muralla, se creó sobre un oppidum oretano, que por los datos que se desprenden de las últimas campañas arqueológicas, debe contar con un estado de conservación excelente. Las zonas visitables se concentran en dos puntos, el primero ya puesto en valor, corresponde al barrio ibérico sobre el que se construyó la puerta noroeste de la muralla romana. Compuesto por una serie de habitaciones de pequeño tamaño, en las que aparecieron gran cantidad de material cerámico y de hierro.




El segundo punto es la llamada casa del oligarca oretano, un gran edificio doméstico, que se encuentra en la actualidad en proceso de puesta en valor, tras procederse a su cubrición.

Por último, lo más visible y que da nombre al cerro, la torre vigía medieval, no visitable debido a su mal estado de conservación, otro conjunto lo forma un edificio cristiano con estancias alrededor.

Historia:

El lugar es nombrado por Plinio en el siglo I como Colonia Libisosana (Naturalis Historia III, 4, 30) así como en los itinerarios romanos: Vasos de Vicarello, Itinerario de Antonino y Anónimo de Ravena. En época medieval el cerro fue ocupado por la población de Lezuza hasta su definitivo asiento en el valle. En 1647 el bachiller Alonso de Requena hizo un relato con algunas de sus ruinas y la inscripción dedicada a Marco Aurelio por los libisosanos. Está siendo excavado desde 1996. El yacimiento cuenta con asentamientos poblacionales, superpuestos correspondientes a una amplia cronología, desde un oppidum oretano, hasta un asentamiento de época medieval, pasando por la fundación de la colonia de Libisosa.



El Llano de la Consolación



Un pequeño bronce griego representando a un sátiro constituye el más antiguo documento de la necrópolis ibérica, que fue construida en los campos del Llano de la Consolación, en torno al lugar hoy conocido como La Torrecica o Las Torrecillas. El número tan ingente de esculturas descubiertas entre las que se encuentran caballos, esfinges, relieves, y figuras humanas, así como la existencia de varias construcciones de sillares, permiten hoy pensar en que fue una necrópolis de grandes dimensiones en la que, en distintos tiempos, fueron levantándose monumentos de muy distinta envergadura, además de sepulturas no monumentales, con o sin ajuares, depositadas en hoyos excavados en el suelo.


Seguramente la necrópolis, como la no muy lejana de Pozo Moro (Chinchilla), debió comenzar al menos con la construcción de un monumento en forma de torre con el que hay que asociar un ala de esfinge del Museo de Albacete y el relieve con el domador de caballos del Museo Arqueológico de Murcia, y tal vez, como ocurrió en Pozo Moro, en ese mismo tiempo se sitúa la adquisición por un personaje poderoso del bronce griego citado. 

El siglo V a.C. debió de ser esplendoroso para la necrópolis, con construcciones tumulares escalonadas sobre las que se levantaron esculturas de hombres a caballo o, tal vez, alguna escena en la que participaban hombres junto a caballos. La existencia de cabezas y torsos de equinos, algunos con jinetes, de cabezas y torsos de hombres, no dejan lugar a dudas sobre su funcionalidad. Las cabezas masculinas están concebidas siguiendo modelos griegos, por lo que debieron de ser ejecutadas en los primeros decenios de ese siglo V a.C. Del lugar proceden también fragmentos de animales herbívoros y carnívoros, que debieron ornar pilares estela. E igualmente fue descubierta la estatua sedente de una mujer casi de tamaño natural a la que falta la cabeza, una imagen para una mujer poderosa de la que ignoramos el tipo de tumba en la que fue enterrada.
El espacio se mantuvo como necrópolis al menos hasta el siglo I a.C., pues algunas de las sepulturas muestran ya importaciones itálicas de ese tiempo. Después, cerca, hubo una villa romana. 


Historia:

En 1891 fueron descubiertos muros de hormigón romano a decir de Pascual Serrano, quien identificó el lugar como la antigua Eio, dando con ello lugar a un error mantenido durante décadas. Desde entonces y hasta 1899 las excavaciones fueron sucediéndose en distintos terrenos, interviniendo en las mismas, y no siempre en colaboración, el propio Pascual Serrano, A. J. González cura-párroco de Montealegre, Arthur Engel y Pierre París. Muchas esculturas fragmentadas de distinto tamaño y peso, además de vasijas y ajuares, fueron repartidos entre la colección de P. Serrano en Bonete, el Museo del Louvre y el Museo de Murcia. Entre 1914 y 1936 diversos trabajos fueron debidos a Julián Zuazo, quien regaló parte de los hallazgos al Museo de Murcia y al Museo Arqueológico Nacional (Madrid). Finalmente en 1946 Joaquín Sánchez Jiménez dio inicio a varias campañas de excavación, cuyos materiales están en el Museo de Albacete, del que por entonces era director.



Los Almadenes, Hellín


El yacimiento toma el nombre de la zona donde se encuentra: el Cañón de Los Almadenes, un área que ocupa el extremo suroriental del término municipal de Hellín (Albacete), muy cerca ya del límite con Murcia, y recibe este topónimo por la existencia de minas de azufre cuya explotación está documentada, al menos, desde época árabe. Este espacio geográfico se vertebra en torno al río Mundo que discurre por un tramo encajonado hasta desembocar en el río Segura, en un punto que dista apenas unos tres km. del yacimiento. Sobre la ribera derecha del cañón, en el lugar más alto y de mayor visibilidad, se sitúa el poblado. Esta ubicación le otorga un control estratégico del entorno inmediato y de diversas e importantes vías naturales de comunicación: hacia el sur, se alcanza la costa murciana y alicantina siguiendo el curso del río Segura; por otro lado, a través del valle interior que arranca desde Moratalla (Murcia) se llega a la zona de Cástulo y su área de influencia, donde también se puede ir siguiendo el río Segura hasta su cabecera; por último, hacia el norte se enlazaría con el interior de la provincia de Albacete siguiendo el Arroyo de Tobarra.





El lugar elegido es un cerro de forma triangular con dos de sus lados de vertientes muy escarpadas, por ello la construcción defensiva consta de un solo lienzo de muralla de algo más de 110 metros de longitud situado en el lado más accesible. En el vértice del triángulo la muralla enlaza con el escarpe rocoso septentrional con un ensanchamiento de forma más o menos cúbica en el exterior y un relleno de piedras y tierra en el interior. De ser una torre, su función sería la de defender uno de los puntos más vulnerables; de hecho, ésta es la zona por la que en la actualidad se accede al yacimiento.

La técnica constructiva empleada no difiere de lo que ya se conoce para esta época en otros lugares. El lienzo se construye con un doble paramento y un relleno de piedras de mediano tamaño; la altura del paramento externo, de 1,20 m. en el lugar mejor conservado, permite observar que el aparejo se dispone en hiladas más o menos regulares formando un claro ataludamiento. A lo largo de la base discurre una especie de plataforma construida con un aparejo similar, cuya función podría ser la de ofrecer una superficie horizontal sobre la que levantar la muralla propiamente dicha; no obstante, y mientras no se excave, no podemos descartar que se trate de simples refuerzos adosados a posteriori, o incluso en el mismo momento de la construcción.

El edificio 1 ocupa una superficie construida aproximada de 330 m2, que se organiza en dos zonas en torno a un gran patio cuadrangular, si bien es el resultado final de unas reformas que unen lo que en origen debieron ser dos viviendas independientes. En el lado oeste se levanta una gran construcción de planta rectangular irregular dividida en cuatro departamentos. El ala este del edificio está conformada por tres habitaciones independientes que se abren hacia el patio central.

El muro de cierre meridional del patio limita con otro espacio abierto muy amplio que interpretamos como una calle longitudinal, ya que parece prolongarse hacia el este y el oeste rebasando la extensión del edificio 1. A esta calle se abre una construcción rectangular simple en cuyo interior aparece otro hogar circular; esta construcción quedó identificada como edificio 2.

Posiblemente la evolución constructiva en al menos dos fases concuerde con la evolución funcional apreciada en la parte oeste, la cual, tras un primer uso doméstico, pasa a utilizarse para el almacenamiento de ánforas y otros grandes vasos contenedores.

Otro de los aspectos que llama poderosamente la atención es el conjunto cerámico descubierto, que aparece fragmentado pero completo en su gran mayoría. Esta circunstancia nos permite reconstruir con un alto grado de seguridad cual el repertorio material de esta época. El ajuar del edificio 1 está formado principalmente por ánforas imitación del tipo fenicio Rachgoun-1, fabricadas en dos tipos de pastas distintos que no corresponden a la típica pasta esquistosa occidental. Les siguen en número los vasos pintados, casi todos grandes vasos de almacenaje, aunque también se dan pequeños vasos de mesa como una botella, cuencos y platos. La cerámica gris está representada sobre todo por platos de borde vuelto y excepcionalmente por vasos de morfología peculiar como son una pequeña urna de orejetas, un gran vaso bicónico de cuello señalado y una fuente de pie talonado. todos estos vasos se fabrican a torno, mientras que la cerámica de cocina se sigue fabricando a mano con un repertorio en el que destacan grandes orzas de almacenaje, ollas pequeñas más apropiadas para la cocción de alimentos, cuencos tronconicos y cubiletes.
La distribución de esos vasos en ciertas estancias del edificio 1 aportan una serie de datos importantes para la reconstrucción funcional del edificio. Llama la atención la gran concentración de ánforas y vasos de almacenaje en un número que excede indiscutiblemente las necesidades de un grupo familiar. En una de las habitaciones los vasos estaban apoyados sobre las paredes norte y oeste, y aún otros sobre éstos, dejando un estrecho pasillo de acceso a otras. De todo ello se deduce que si en un principio se construye como vivienda, en un segundo momento, las estancias se amortizan para el uso doméstico pasando a convertirse en almacén. Por el contrario los materiales que aparecen en las estancias del ala este son mas escasos y dispersos, lo cual indica a nuestro juicio que es aquí en donde se realiza la vida diaria. Sólo en el caso de la estancia D se incumple este razonamiento ya que aparece prácticamente vacía, sin que por el momento encontremos una explicación lógica a ello.

Las características constructivas y los materiales muebles hacen de este enclave un lugar de interés estratégico para los inicios del comercio en un momento en el cual toda esta zona de la provincia de Albacete se encuentra inmersa en una dinámica económica y social retardataria y atrasada respecto de otros lugares de mayor dinamismo a todos los niveles como son las zonas costeras del Levante (Alicante y Murcia), el área de la Alta Andalucía y la zona nuclear tartésica en la baja Andalucía. Este hecho motivó el que se verificase un proceso algo más lento al principio en lo que atañe al fenómeno de la iberización en sentido estricto y que este sea mucho más rápido a partir del inicio del siglo VI antes de Cristo en esta zona de Albacete.

Su excelente estado de conservación posibilita la consecución de información para el conocimiento del origen de la Cultura Ibérica en la Comarca de Hellín y sus alrededores, una zona de transición entre la Meseta y el Levante, organizada fundamentalmente gracias a la presencia de los ríos Segura y Mundo, dos vías de comunicación naturales que ejercieron un poderoso factor de atracción para la ocupación del territorio y su explotación.

Historia:

Según consta en la documentación de la confederación Hidrográfica del Segura se descubre hacia 1931 para caer en el olvido. Jerónimo Molina, director del Museo de Jumilla, lo vuelve a visitar en 1976, para ser incluido en la Carta Arqueológica realizada por J. Jordán hacia 1980. En la década de los años noventa del pasado siglo se advierten diversas intervenciones arqueológicas clandestinas y se realiza una primera campaña de trabajos arqueológicos autorizados en 1993 para documentar la zona alterada, para continuar en 1995 con una segunda y última campaña.




Los Majuelos, Bazalote


Del yacimiento de Los Majuelos solamente se conoce la escultura ibérica nominada como Bicha de Balazote. Se trata de un toro con cabeza humana, tallado en altorrelieve. Es una representación de Aqueloo, personificación del río que discurría en la Etolia, al que los griegos atribuyeron ser el primero en mezclar agua y vino.

Originalmente formó parte de una de las esquinas de un monumento funerario en forma de torre, al igual que el hallado en la necrópolis de Pozo Moro, lo que explica su carácter de sillar y su posición sentada, o mejor de un ser sometido. En efecto, Aqueloo bajo forma de toro androcéfalo se encuentra vinculado a la historia del mítico Heracles/Hércules. Según los relatos de época clásica ambos lucharon por la mano de la ninfa Deyanira y Aqueloo, tras dos envites, adquiere la forma de toro bajo la que es finalmente vencido por Hércules.

Aqueloo es el río fecundador, como lo eran los cursos de agua que bañan los campos de Balazote, de manera que esa propiedad pudo ser origen para la representación. Sin embargo esta escultura, la Bicha de Balazote, adquiere todo su significado en uno de los parajes de la Vía Heraclea, así vía y escultura están íntimamente ligadas en torno al mito del héroe griego.


Siguiendo el modelo de Pozo Moro es posible que el monumento de Balazote relatara de alguna manera las hazañas del Heracles, cuando menos a través de esta escultura. Pozo Moro está fechado en los últimos decenios del siglo VI a.C. y sin duda fue el modelo para otras construcciones monumentales, entre ellas la de Balazote, que debió erigirse hacia el cambio de siglo o, como mucho, en el primer decenio del siglo V a.C. El rostro, de clara inspiración helena, encuentra otros modelos cercanos en algunos otros ejemplares de la estatuaria ibérica hallada en la provincia de Albacete: la esfinge de Haches (Bogarra), el Caballero n° 1 de Los Villares (Hoya Gonzalo), o algunas de las cabezas masculinas del Llano de la Consolación (Montealegre del Castillo).

En 1986 fue descubierta una nueva necrópolis monumental en Balazote, en el paraje de La Vega, con al menos una estructura tumular y vasos griegos.

Historia:

Necrópolis. En los últimos decenios del siglo XIX fue hallada una escultura ibérica en el paraje de Los Majuelos, una finca del Conde de Balazote al noreste de Balazote. Entregada a la Diputación provincial permaneció en el jardín ante la ausencia de un museo por esas fechas, siendo donada al Museo Arqueológico Nacional en 1896, donde se exhibe desde entonces. Del hallazgo se hicieron eco Rodrigo Amador de los Ríos en 1889 y Arthur Engel en 1891.




Los Villares, Hoya Gonzalo, Albacete



Ubicada sobre una pequeña elevación natural, el espacio funerario estuvo formado por 40 construcciones tumulares de entre uno y tres escalones, adosados unos a otros, y 106 cremaciones en hoyo. Todo el conjunto presenta superposiciones estratigráficas de casi dos metros de espesor. Las excavaciones realizadas han documentado hasta tres fases y distintas subfases, que abarcan una cronología entre el último cuarto del siglo VI a.C., y los primeros decenios del siglo IV a.C.

La fase II, a lo largo del siglo V a.C. ha resultado de gran interés para el conocimiento de los íberos en general. La documentación de dos banquetes funerarios a la manera griega, dos silicernia, han permitido conocer ritos de comensalidad en torno a las celebraciones con vino, además de aportar dos conjuntos de vasos griegos excepcionales en las tumbas 20 y 25, donde una vez realizadas las celebraciones las vajillas fueron rotas y enterradas. Por la gran cantidad de vasos destaca la tumba nº 20, depositada ya en los límites con la cuarta centuria, por la presencia de cántaros de Saint-Valentín.

El monumento de la tumba nº 18 fue levantado hacia el año 490 a.C. Estaba coronada por una escultura monumental de 165 metros de altura. Denominada como Caballero nº 1, un hombre a caballo muestra el reflejo de la Grecia arcaica en su rostro, en la sonrisa, los ojos y el peinado con largos tirabuzones. Está vestido con un faldellín corto, anchas hombreras, camisa con escote en V, y ancho cinturón como corresponde a su posición social. Sujeta las bridas de un caballo cuya cabeza es extraordinaria en los detalles anatómicos, mientras que el cuerpo del animal, cubierto con una manta, tiene una labra menos detallista.
Una segunda escultura con jinete, el Caballero nº 2, se sitúo también sobre una estructura tumular. Fechado en el año 420 a.C., es de labra más simple, menos detallista en su anatomía y proporciones. El jinete, con un faldellín plisado, ha perdido torso y cabeza.

De la necrópolis procede igualmente la escultura de un león, armas, importaciones griegas y etruscas, y tumbas simples con o sin ajuares.

Historia:

El yacimiento fue descubierto en 1982/3 cuando Blánquez Pérez excavaba en la necrópolis del Camino de la Cruz, en la periferia del núcleo urbano de Hoya Gonzalo. La necrópolis de los Villares, al sureste de la población, ha resultado ser la necrópolis monumental, ambas estarían relacionadas con un núcleo de población ibérico sobre el que se desconoce su posible ubicación. Los materiales arqueológicos se encuentran en el Museo de Albacete.


Pozo Moro, Chinchilla


El paraje se encuentra prácticamente en la confluencia de dos importantes vías prerromanas, la Heraclea y la que conducía a Cartagena y curso del río Segura, por donde desde el siglo VIII-VII a.C. penetraron influencias culturales procedentes del Mediterráneo oriental.




Relacionada con un antiguo poblado en el entorno de Chinchilla, la necrópolis tiene su fecha más antigua a finales del siglo VI a.C., cuando fue levantado un monumento funerario en forma de torre de más de 10 metros de altura. Estaba rodeado por un muro bajo cuadrangular, de lados incurvados. Dentro del recinto una sepultura de incineración acompañada de vasos griegos fue la última morada de un hombre poderoso cuya memoria se transmitió a través de una magnífica construcción: la tumba estaba cubierta por una estructura escalonada de sillares sobre la que se levantaron tres cuerpos también de sillares, dos con leones en las esquinas con una función apotropaica: sentados y con las fauces abiertas en actitud de amenaza hacia posibles profanadores de la sepultura. Distintos relieves, presididos por la imagen de una diosa sentada entre flores de loto, la fenicia Astarté, relatan una historia mítica: las hazañas de un hombre que se presenta con penacho de plumas, faldellín corto y ancho cinturón, que tras vencer diversas dificultades (escenas del árbol de la vida y del banquete de los animales) se une a la diosa, adquiriendo una posición heroica y divinizada. El relato se ha relacionado con las hazañas del sumerio Gilgamesh y el griego Heracles.

Este monumento es una de las más importantes construcciones ibéricas peninsulares. Se sitúa en un tiempo de transición entre las primeras influencias orientalizantes y la cultura ibérica plena ya en el siglo V a.C. Su descubrimiento no solo permitió comenzar a fechar la escultura ibérica, sino también conocer aspectos tales como la ordenación de las sepulturas en los espacios funerarios, las jerarquías sociales y la existencia de monarquías de carácter sacro. Sus modelos fueron orientales y norteafricanos.

Los registros de la necrópolis permiten apreciar la continuación en el tiempo del cementerio: fue iniciado con la construcción del monumento en forma de torre y el recinto que lo rodeaba (témenos), en la fase II fueron construidos cuatro túmulos funerarios y se depositaron algunas tumbas en hoyo; durante la III nuevas tumbas llenaron el espacio, superponiéndose a las preexistentes, al igual que ocurrió en la fase IV en la que se documenta la llegada de las primeras influencias itálicas desde los últimos años del siglo III a.C. En el siglo I de la era todavía era utilizada como cementerio. Más tarde, ya en el siglo VII, nuevas tumbas ocuparon algunos de los espacios sobreponiéndose a otras más antiguas.


Historia:

Necrópolis situada al oeste del Cerro Vicente, cuyo entorno era nombrado en 1794 como lugar de paso de la vía antigua. Llamó la atención para la investigación a partir de 1970 cuando aparecieron algunas esculturas. En las primeras campañas fue descubierta una tumba monumental ibérica, a la que siguieron otras situadas a su alrededor, sepulturas ibéricas simples en hoyo, tumbas romanas, y finalmente inhumaciones visigodas.



Santuario de La Luz


Paseo por las distintas terrazas del santuario hasta la cumbre, donde se encuentra la base rectangular del templo in antis. Todavía se conservan pequeños restos del pavimento de opus signinum que cubría el suelo. A la derecha, desde la cabecera del templo, puede contemplarse la pileta de abluciones.

Se puede hacer el recorrido “sagrado” alrededor del montículo que recorremos fácilmente siguiedo las entalladuras en la roca de base que hicieron los iberos. La visita se completa con el centro de interpretación de la Luz que recoge también manifestaciones de carácter antropológico y etnográfico del área.

Historia:

Las primeras excavaciones sistemáticas las efectuó el profesor Cayetano de Mergelina en los años veinte del siglo pasado. Mergelina documentó restos de un santuario ibérico con exvotos en bronce. Los trabajos continuaron a comienzos de los años treinta, en la necrópolis del Cabecico del Tesoro y en el poblado de Santa Catalina. 30 años después encontramos actividad en el santuario, pero la intervención de Manuel Jorge Aragoneses fue de salvamento al instalarse sobre las estructuras ibéricas un edificio de la organización sindical. Aunque recuperó exvotos en bronce, conservados en el Museo Arqueológico de Murcia.



A partir de 1990 el Dr. Lillo Carpio de la Universidad de Murcia, inicia un proyecto de excavación sistemática del lugar que demuestra, la relevancia arqueológica del santuario. Los trabajos se desarrollarán durante 12 años y ponen de manifiesto la existencia de un santuario organizado en terrazas, monumentalizado tras la segunda guerra púnica. Consta en esta etapa final, de un pequeño templo in antis sobre la cumbre donde situó el área sagrada y se accede a él por unas terrazas con la base de piedra y alzado de adobe. Se descubrió una cabeza de piedra caliza de tamaño menor del natural semejante a los pebeteros en forma de cabeza femenina tan comunes en algunas necrópolis ibéricas del sureste peninsular como Cabecico o la Albufereta de Alicante. Esta escultura presidió el “tesoro” de La Luz.

A finales del siglo II o inicios del siglo I antes de Cristo el santuario es destruido.



Tolmo de Minateda, Hellín


De época ibérica son pocos los vestigios que se conservan en el propio Tolmo, aunque sí se ha encontrado abundante cerámica. Al pie de la ladera norte se ubica una necrópolis excavada en parte, la 'necrópolis septentrional'. Se conocen varios monumentos escalonados, tres de ellos de sillería y al menos dos de adobe. Los de sillería eran de planta cuadrangular y en origen estuvieron formados por al menos tres escalones, con el interior relleno y macizado. Uno de ellos apareció vacío, otro vaciado en parte y el tercero, que se encontró intacto, no tenía en su interior enterramiento alguno. Los de adobe, en cambio, conservaban en su interior la urna cineraria, que en un caso era la parte baja de un recipiente ibérico antiguo, roto y reutilizado, y en otro un vaso crateriforme con decoración geométrica típicamente ibérica. Alrededor se encontraron algunas tumbas de cremación, con cerámicas ibéricas tardías, del mismo tipo. Algunas de ellas estaban fijadas con una capa de yeso que las relacionaba con la parte inferior de los monumentos.

La decoración de las urnas sigue las pautas características de la cerámica ibérica de los siglos II y I a. n. e. Muchos de sus motivos recuerdan los de la cerámica de Elche, como el ave con pico en forma de garra y alas explayadas, en tanto que otros, como el ciervo, se vinculan más con las áreas de la alta Andalucía. Sin embargo, no siguen estrictamente los patrones ilicitanos, sino que tienen rasgos propios.

Existen también decoraciones que recuerdan los estilos ibéricos llamados de Oliva-Liria, y algunas que no se corresponden ni con unas ni con otras, o que presentan elementos de ambas, pero compuestos según un lenguaje expresivo propio. Todo ello nos ha llevado a proponer la existencia de un taller que debió surtir de material cerámico a la propia ciudad y a sus alrededores. Es posible que este taller estuviera vinculado a la ciudad del Tolmo, aunque por el momento no existen datos arqueológicos que lo confirmen.

Alrededor del Tolmo, y en un área no superior a un kilómetro, se encuentran otras necrópolis ibéricas, la más antigua de las cuales excavada a principios del siglo XX, se remonta al siglo V (necrópolis del Estanco Viejo. Algo más al sur se encuentra la necrópolis de Zama, donde se ha encontrado un casco de tipo montefortino vinculado a los ejércitos romanos que combatieron en la segunda guerra púnica. Pero la más importante es sin duda la de Torre Uchea, al norte de la ciudad, excavada de forma sistemática en los últimos años y que ha proporcionado varios cientos de tumbas, dispuestas ordenadamente y siguiendo una estratigrafía horizontal que permite estudiar su evolución cronológica. El material incluye cerámicas ibéricas e importadas, grafitos sobre cerámica e incluso un mosaico de guijarros, de los que se conocen muy pocos ejemplares en la península Ibérica.
Desde la necrópolis septentrional, el visitante puede subir por la pasarela que flanquea el antiguo camino. La superficie muestra numerosas carriladas, que se yuxtaponen o se cortan entre sí, debido a que los carros que por allí circularon estaban equipados desde época ibérica con ruedas con llantas de hierro, que recortaban la roca de base. Su friabilidad multiplicó las roturas y los desprendimientos, y se hizo necesario recortar la ladera para ampliar la plataforma de circulación. El camino rodea el farallón septentrional del Tolmo y asciende a lo largo de la vaguada conocida como Reguerón. Allí donde los dos farallones más se aproximan, se fue configurando, con el correr de los siglos, un impresionante conjunto defensivo que protegía la puerta de entrada. Hoy se observan sobre el terreno restos de tres estructuras que corresponden a distintos momentos de la vida de la ciudad.

La más antigua visible es un sólido bloque de mampostería ataludada, en cuyo interior se encuentran integradas estructuras anteriores muy deterioradas, de las que sólo conocemos retazos aislados. Lo que hoy podemos ver corresponde al momento final de la época ibérica, y es en realidad el zócalo de la estructura, que debió contar con un cuerpo superior de adobe, algunos de cuyos restos se encontraron in situ en el momento de la excavación. No sabemos dónde estaba la puerta de entrada en este momento, ya que las reconstrucciones posteriores eliminaron todo vestigio de la misma, aunque dada la topografía del terreno no debió estar muy alejada de la que se conserva, correspondiente a la época visigoda. 

Por delante del baluarte se construyó en el año 9 antes de nuestra era una nueva estructura, ahora de sillería, que regularizaba y ennoblecía la obra anterior, realzando la vista de la entrada a la ciudad desde la vía Complutum Carthago-Nova que pasaba a su pie. Donde fue necesario, se retalló la roca para formar planos de asiento regularizados para la primera hilada. La suerte nos ha deparado que podamos conocer el momento exacto de su construcción: el año 9 antes de nuestra era. Y ello gracias a con dos argumentos complementarios y coincidentes, obtenidos del estudio de una inscripción monumental cuyos vestigios hemos encontrado reutilizados en la estructura de época visigoda. En primer lugar, el nombre del emperador Augusto, cuya decimoquinta tribunicia potestas nos sitúa en este año; y en segundo lugar, la mención de Nero Claudio Druso como uno de los cónsules epónimos, cargo que desempeñó en la misma fecha. 

La inscripción alude a la construcción de un muro y una puerta, concedidos por Augusto a los ilunitanos, a causa de su probada fidelidad. En el proceso intervino Lucio Domicio Ahenobarbo, a la sazón gobernador de la provincia. Una inscripción más pequeña, también reaprovechada en la misma obra, nos da cuenta de que Ilunum era un municipium y nos permite conocer el nombre de sus primeros magistrados municipales. Seguramente todo el proceso tuvo lugar en la misma fecha de construcción del muro.

Posteriormente, la ciudad sufrió una recesión, en favor del hábitat en el valle, y la estructura defensiva debió arruinarse en parte. Cuando vuelve a revivir, en el marco de las guerras entre visigodos y bizantinos, se hizo necesario fortificarla de nuevo. Para ello se construyó una nueva estructura, avanzada con respecto a la anterior y con una puerta protegida por dos torres, que es la que hoy se conserva. Con ello se pretendía obligar a los posibles atacantes a entrar en una especie de embudo desde cuyos laterales se les podría repeler con más facilidad. La estructura, en cuya fabricación se observan muchas debilidades, se arruinó pronto, tal vez a consecuencia de un movimiento sísmico. Sus materiales cayeron sobre el camino y rodaron por la vaguada, entre ellos aquellos que habían pertenecido al antiguo muro y a otros monumentos romanos, que habían sido reutilizados durante su construcción.

Historia:

El Tolmo de Minateda es un yacimiento que abarca desde la Edad del Bronce hasta época emiral. Domina el camino natural que desde Cartagena conduce a la meseta y dentro de su ámbito queda también alguna de las vías que desde la costa valenciana conduce a las tierras altas de Andalucía.

Las excavaciones se vienen desarrollando de forma ininterrumpida desde el año 1988 y se han realizado con el patrocinio de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, en colaboración con el INEM primero y con el SEPECAM después. Hoy es uno de los Parques Arqueológicos de la Comunidad y se encuentra a la espera de su inmediata apertura. 

Los trabajos realizados en estos veinticinco años han puesto al descubierto varios conjuntos monumentales, correspondientes a época ibérica, romana y altomedieval, que han permitido identificar el yacimiento con la ciudad de Ilunum citada por Ptolomeo, con el obispado visigodo de Eio y con la Iyuh mencionada en el pacto de Teodomiro del año 713.

Con el paso del tiempo, nuevos pobladores de religión islámica llegaron a la ciudad, la ocuparon y durante algún tiempo coexistieron las dos culturas: la nueva, islámica, y la antigua, hispanovisigoda. A lo largo del siglo X se produjo el abandono definitivo.

Recomendación:

Para liberar el espacio excavado de la servidumbre que suponía la bajada de aguas por el Reguerón, se ha realizado una obra de recogida y encauzamiento que hoy permanece oculta a los ojos del visitante. Si éste continúa la visita subiendo por el camino moderno del Reguerón, llegará al conjunto de época visigoda, excavado en la parte superior. Está compuesto por una basílica de tres naves con baptisterio a sus pies y por un edificio de representación vinculado a ella, que debió ser sede del poder religioso y posiblemente también civil. Debió ser el centro del obispado de Eio o Elo, al que se trasladó la sede de Ilici (Elche, Alicante) cuando ésta fue conquistada por los bizantinos y donde se mantuvo hasta la reconquista visigoda. Tras la visita a la parte superior, a través de escaleras talladas en la roca, o por la rampa, la visita continúa hacia la necrópolis septentrional.


Fuente: http://www.iberosalbacetemurcia.es/

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