domingo, 4 de enero de 2015

El Mundo Funerario III

Ritos y ceremonias asociados al mundo funerario


Rituales de adoración al héroe 


Los rituales realizados en los santuarios funerarios ibéricos no son bien conocidos. Actualmente se cree que se encontraban asociados solo a miembros de la élite y consistirían en la ofrenda y sacrificio de animales tras lo que se realizaría un banquete documentado en las cámaras funerarias asociadas a la influencia del Orientalizante. Estos ritos, según Teresa Moneo, tienen su mejor paralelo en algunas tumbas de cámara etruscas cuya reconstrucción, según esta autora, permitiría una aproximación al desarrollo de este tipo de ceremonias. 

Al llegar el siglo V a.C. se pasó de las monarquías sacras orientales a las monarquías heroicas y los ritos que anteriormente se realizaban en el interior de las tumbas pasaron a desarrollarse en altares situados en el exterior y en monumentos funerarios. 

Otro elemento asociado al mundo funerario son los pilares-estela los cuales se han relacionado con las tumbas principescas, a través de la realización de ritos en honor del difunto alrededor de estas estructuras. Gracias a ellas, el difunto alcanzaba el estatus de héroe y se emparentaba con la divinidad. Aunque también se pueden relacionar con estos ritos de heroización algunas estructuras arquitectónicas halladas en las necrópolis las cuales se asocian a santuarios independientes posiblemente relacionados con varios grupos gentilicios. 

Otros ritos que buscarían la adoración de los difuntos incluían danzas acompañadas de cánticos y música como se puede deducir de los crótalos hallados en Medellín, la lira documentada en la caja funeraria de Torre de Benzalá en Jaén o los relieves de Alcoy en Alicante. Además de por evidencias iconográficas como las centauresas con flauta, pandero y cítara de la pátera de Santiesteban del Puerto en Jaén, la figurita tocando la lira del Cigarralejo en Mula, el grupo de auletris, el vaso de la procesión de los guerreros. O a través de las fuentes literarias como el testimonio de Livio respecto a la actuación de algunos mercenarios íberos en la incineración de Sempronio Graco. Según él los mercenarios realizaron unas danzas a modo de desfile alrededor de la pira funeraria y/o formaron parte de los juegos/combates funerarios en honor del muerto. 

También se encuentran documentados en el mundo ibérico combates funerarios en honor de los difuntos, en relieves de guerreros y escenas militares de monumentos funerarios como los pilares estela de Alhonoz, con una fila de guerreros avanzando; los relieves de Osuna con escenas de guerreros solos o en desfile. O en las fuentes literarias como en el relato del funeral de Cneo Escipión el Africano en Carthago Nova donde se realizaron combates gladiatorios en honor a su padre y su tío. 

Estas competiciones pudieron ir acompañadas de juegos de caza como en Obulco, luchas entre fieras como la que se vería en una falcata de Sagunto, entre un jabalí y un león. E incluso combates entre hombres y fieras como podría verse en Obulco. 


Ritual de enterramiento 


Para el desarrollo de los ritos de enterramiento necesarios para el descanso del muerto era necesaria una descendencia. La necesidad de un enterramiento ''correcto'' para el tránsito hacia el Más Allá explicaría la aparición de enterramientos cenotáficos, tumbas vacías debido a que no pudo recuperarse el cuerpo del difunto. Estas tumbas se han interpretado como ritos propiciatorios en los que la urna a veces es sustituida simbólicamente por una piedra. Estos enterramientos reciben simbólicamente las mismas ofrendas, libaciones,.... que los enterramientos con los restos de los difuntos. 

En el ritual funerario ibérico predomina la incineración normalmente en urna a la que se atribuye un doble origen: fenicio, en el sur y tradición de Campos de Urnas, en las regiones del Noreste peninsular. A pesar de las diferencias debidas al sustrato cultural, al estatus social, de la edad y el sexo y las condiciones de la muerte. 

El rito de cremación tuvo precedentes durante el período antiguo en el área asociada al horizonte orientalizante-tartésico en tumbas de inhumación con varones enterrados junto a mujeres más jóvenes sin signos de violencia. Estas tumbas aparecen asociadas a personajes de alto nivel social y suelen ser de las más antiguas de sus conjuntos. Dentro de ellas aparecen objetos de otras áreas de la Península que revelan contactos interregionales. 

El rito incinerador se iniciaba normalmente con la cremación del difunto en un bastión, una incineración primaria en la propia tumba, que adopta la estructura de una fosa o una incineración secundaria en ustrina colectivos, que tenían una planta circular o rectangular con una superficie enlucida de arcilla. En ambos en su fondo se situaba una pira de leña sobre la que se depositaba el cadáver posiblemente con sus mejores galas como muestra el hallazgo de fíbulas, elementos de indumentaria, etc, junto a objetos personales como armas que aparecen inutilizadas ritualmente ya que su uso terminaría con la vida del propietario. 

La cremación del cadáver incluía la vigilancia y alimentación del fuego además de otras actividades rituales anteriores o paralelas como las libaciones que serían realizadas por mujeres como revela el relieve funerario de Osuna. 

Tras la combustión los restos óseos calcinados serían recogidos ritualmente a mano o con un recogedor trapezoidal con mango similar al de la necrópolis de La Joya en Huelva. Separándose los fragmentos medianos y más grandes, depositándose más tarde en una urna o sobre una lechada de cal de color rojo en el suelo, como símbolo de purificación como se ve en la necrópolis de Puig de la Serra, en Girona. A veces los restos óseos eran lavados ritualmente siendo envueltos en tejidos antes de su deposición en la urna y posiblemente se les añadirían sustancias que buscaban favorecer su conservación como miel o cera, costumbre que se documentó en necrópolis como la de Galera en Granada, Estacar de Robiras en Jaén o la Albufereta en Alicante. 

Al depositarse la urna también había una serie de ritos como el quemado de inciensos o plantas aromáticas, evidenciado por la presencia de thimiaterya, braserillos, platos con restos de sustancias resinosas, como los de la necrópolis de la Albufereta. Esta práctica con recipientes que algunas veces tenían una iconografía relacionada con una figura femenina relacionada con Astarté buscarían el ''despertar'' de la diosa cuya presencia se manifestaba a través del perfume sagrado. 

El último paso consistiría en el sellado de la tumba y la construcción de la superestructura que caracterizaría el paisaje de las necrópolis ibéricas. 

Normalmente estos actos eran de carácter público y podían superar el día de duración. Durante ese día se depositaban las ofrendas creando una vinculación colectiva con el difunto. 

Junto a estos ritos para la cremación del difunto se darían otros que incluirían la preparación del difunto y otros posteriores al enterramiento. 

Los ritos previos a la deposición del difunto giraban alrededor de la preparación del cadáver previa a la incineración. Estas actividades probablemente recaían en las mujeres de mayor edad de la familia. El cuerpo se sometería a ritos de paso y purificación con agua ya que la muerte provocaba un estado de impureza. Tras este ritual el cuerpo, ungido con aceites y perfumes, sería vestido y adornado para ser expuesto en la casa dándose entonces el momento del duelo y las lamentaciones en los que participaban la familia, amigos y dependientes. A veces estos duelos ritualizados se reforzarían con plañideras como refleja la iconografía ibérica. 

Tras la exposición del cadáver entre 1 y 3 días este era llevado al cementerio utilizando carros y animales de carga o por los miembros de la comunidad implicados en el ritual como refleja la caja funeraria de Torre de Benzalá, que obliga a pensar en un recorrido procesional de hombres y mujeres desde la necrópolis al poblado. Este recorrido pudo realizarse de noche con antorchas como puede interpretarse de un relieve funerario encontrado en Osuna. 

En el cementerio la apertura de la fosa para la deposición del difunto constituiría una incursión en el dominio de la diosa de la tierra, posiblemente similar a la del arado a la hora de la siembra, por lo que se realizarían algunos ritos de apaciguamiento de la divinidad. Estos ritos incluirían libaciones de leche, miel o agua; sacrificios con animales visibles por la presencia de cuchillos sacrificiales de filo curvo en los ajuares de algunas necrópolis y puede que también se incluyeran ofrendas de frutos y semillas, piñones, aceitunas, almendras y trigo que se documentan en algunas tumbas como las de Archena y el Cigarralejo. 

Estas prácticas dejaban unos restos que no son fáciles de distinguir de los provenientes de ofrendas alimentarias o de banquetes rituales y recuerdan a ritos poco conocidos del mundo griego, como el sacrificio de bueyes y la deposición de semillas en la tumba para asegurar el reposo del muerto. 

Los ritos posteriores al sepelio del cadáver consistían en la visita periódica a la tumba entre una y cuatro generaciones que es el tiempo máximo de preservación de la memoria en forma oral o escrita. Estas visitas irían acompañadas de ofrendas y libaciones. 

Otros ritos de posible carácter anual se darían en los santuarios y/o altares localizados dentro de las necrópolis ibéricas como en Cástulo. 

Dentro de estos últimos ritos habría que destacar los asociados a la salud de los monarcas durante la etapa de las monarquías sacralizadas ya que la enfermedad o muerte de los reyes era perjudicial para el territorio y para el grupo que controlaban ya que de su persona dependían su fecundidad y bienestar. 

Estos ritos buscarían la aceptación del difunto en el mundo de los antepasados divinos o heroizados y eran similares a algunos ritos de Ugarit y Mari. El tránsito lo realizarían guiados por una divinidad psicopompa similar a las mesopotámicas como Shamash. Estos ritos por lo que se puede observar en las inscripciones de Pozo Moro posiblemente fueran acompañados de sacrificios, juegos y banquetes funerarios. 

Durante el siglo V a.C. en las tumbas de los monarcas heroicos se puede apreciar el mantenimiento de los banquetes funerarios aunque frente al período anterior estos se daban entre personas de la misma extracción social. Aunque también se introdujeron ideas y costumbres funerarias novedosas como el rito del symposium. Estos detalles serían visibles a través de la estatuaria. 

Un ejemplo de estas prácticas se hallaría en la necrópolis de los Villares en Albacete, en las tumbas 20 y 14, ambas cubiertas por túmulos y la segunda asociada a un príncipe. En ellas aparecieron 20 y 53 vasos de cerámica griega, respectivamente quemados in situ; bolsales, kantharoi Saint Valentin, skyphoi, lekythoi, askoi, páteras, arybalos de vidrio, un fragmento de pulsera, cuentas de oro; y una fíbula, una pinza de bronce, fusayolas, un escarabeo púnico, punzones de hueso, placas de marfil decoradas con figuras de sátiros, simposiastas reclinados, entre otros; además de un diente de bóvido en el segundo depósito. 

Estos materiales han llevado a plantear que entre los ritos funerarios principescos o entre las altas capas de la sociedad ibérica se realizaría el depósito de estos materiales en las fosas de ofrendas en banquetes rituales probablemente acompañados del consumo de vino y perfumes característicos del symposium griego. 

Estos ritos se extendieron progresivamente a lo largo del siglo IV a.C. entre los monarcas y aristócratas íberos como se puede ver en las necrópolis de la Alta Andalucía y el Sureste en cuyos ajuares es frecuente la aparición de cráteras decoradas muchas veces con escenas dionisíacas y kylix, considerados ambos recipientes como evidencias de la realización de symposium. 

También se ven restos de silicernia en las necrópolis de: Medellín, Estacar de Robiras, Baza, Granada, Pozo Moro, Casa del Monte donde aparecieron grandes bolsadas de ceniza con restos óseos de ovejas, cabras, bueyes, cerdos, toros, perros, ciervos y galápagos, junto a copas griegas, ánforas y platos ibéricos y el mango de un cuchillo de posible uso sacrificial. 

En conclusión los rituales funerarios ibéricos asociados a la cremación, preparación del cadáver y su homenaje posterior, explicados anteriormente, tienen sus mejores paralelos con Grecia y pueblos itálicos como Etruria, donde además son especialmente conocidos los juegos gladiatorios gracias a lo cual se puede realizar una aproximación más completa a la evolución de los combates funerarios ibéricos.

Fuente: Moneo Rodríguez, T. (2003): Religio Ibérica: santuarios, ritos y divinidades (siglos VII- I a.C.), Madrid.

No hay comentarios:

Publicar un comentario