Cuando hablamos de los íberos, nos referimos al conjunto de pueblos que habitaron la parte oriental de la Península entre los siglos VI y I d.C., con rasgos similares entre ellos, como evidencia la cultura material, la escritura y la iconografía, si bien, teniendo en cuenta las diferencias culturales que en cada región pudieron darse, según el sustrato cultural inmediatamente anterior a la plena formación socio-ideológica de estos pueblos.
El marco geográfico de expansión de esta cultura abarca desde el Sur de Francia, hasta el Mediodía de la Península Ibérica, adentrándonos hacia el interior por los valles de los ríos Guadalquivir, Ebro, Júcar y Segura, e incluso llegando a zonas de la Meseta Sur.
Debemos tener en cuenta un hecho fundamental en esta gestación de la cultura íbera: la enorme influencia que los pueblos colonizadores de la Edad del Hierro en la Península Ibérica, dejaron en cada una de las regiones de Iberia. Estos pueblos eran los fenicios, que marcaron su impronta en la zona meridional de la Península, ayudando a crear una cultura, a la que a juzgar por los matices estilísticos que presenta, se la ha denominado Orientalizante, precisamente por los contactos e intercambios que con la llegada de este pueblo comerciante se dieron.
Otro de estos colonizadores son los griegos, donde su influencia se ha dejado notar más intensamente en la zona Noreste y Levante, lugar de asentamiento de éstos, con enclaves como Emporion, Rosas o Hemeroskopeion.
Más tardíamente, con la caída de Tiro, metrópoli de las colonias fenicias, la mayor de éstas, Cartago, ocuparía el papel de los tirios, ocupando y creando nuevos asentamientos, pero esta vez con un marcado carácter colonizador imperialista, sobre todo en época de los Bárquidas.
La influencia de los púnicos se hará notar sobre todo en el Sur y Sureste, constituyendo muchas de las características que la sociedad ibérica reflejaría sobre los siglos IV y III a.C.
Finalmente, la llegada de Roma, a raíz de las Guerras Púnicas, marcará el punto de arranque de la época de esplendor de la Cultura Ibérica, ya plenamente desarrollada y con un alto grado de complejidad social e ideológica.
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